jueves, 27 de diciembre de 2012

Contrabandista

Me rompe tu ausencia. Tu desaparición sin dejar rastro.
Ha llegado el momento que tanto temía, aquel en el que los verdaderos recuerdos se mezclan con momentos de nublada fantasía, que solo consiguen idolatrar algo que nunca fue digno de mitificar.
Así fuimos tú y yo, al menos al principio. Una causalidad perfecta, o quizá, tan solo una casualidad buscada.
Pero ya ves, hoy después de algunos meses llueve. Y yo lluevo también. Y siento más que nunca que sigo llevando puestas tus heridas de guerra. Que a veces escuecen tan solo porque tienen que recordarme que no quiero cruzarme contigo.
Parece mentira que mi corazón haya llegado al pálpito desacompasado donde pretende hacerme creer que lo malo, no fue tan malo y que lo bueno será inigualable. Que te convierta en el recuerdo de una época lejana en la que todo era mejor.
Antes de que todo pasase. De que sucumbiese a la oscuridad. Antes de que el mismísimo diablo me vendiese su alma y yo la adoptase como propia, cuidándola desde el reflejo de una de mis múltiples personalidades.
Y es que ahora no soy más que una ladrona de mi misma que se ha dado al contrabando de los nervios desafinados, que ya no pueden ir al compás de ninguna melodía.

sábado, 22 de diciembre de 2012

El eterno otoño de mi alma

Estoy naufragando al compás de cualquier canción inacabada. En medio del más inmenso y oscuro océano. Perdida y sin querer encontrarme.
Apenas recuerdo en que momento exacto se instaló tanto odio en tan poco espacio.  En qué punto del camino empecé a librar una batalla constante con la vida, porque ya no la aguantaba.
¿Dónde empezaron estas ganas de nada? De limitarme a sobrevivir, esperando una caída final que nunca llega.
Me he convertido en una de esas causas perdidas que antes me gustaba salvar. Llena de derrotas. Viendo pasar un mundo que va demasiado deprisa para mí. Y es que hace tiempo que perdí la esperanza de una posible salvación. Que por perder, he perdido incluso la esperanza de caer. Porque hace mucho que llegué a un punto donde el pensamiento de dejar de luchar resultaba demasiado tentador y aún así no me desvanecí, me quedé colgada de un punto suspensivo, congelada en un eterno otoño que nunca acaba.
Ahora solo quiero llorar. Gritar. Correr. Huir. Dolerme tan fuerte que después pueda volver a coger aire, por fin. Abandonarme. Desaparecer. Borrarme, como si nunca hubiese estado, como si nada de esto hubiese ocurrido. Ni siquiera yo.
Nada de lo que solía importarme me importa ya. Nadie logra entenderme más allá de lo que yo me entiendo a mí misma. Y yo, destruyo todo lo que se atreve a entrar más allá de los límites permitidos, como si quedase algo dentro de mí que poner a salvo, como si aún pudiese tener miedo de algo.
Me consumo lentamente.  A medio camino entre lo que era y lo que seré. Sobreviviendo. Malviviendo a base de pequeños suspiros que hacen que respirar no duela tanto. Queriendo sentir, de alguna manera, que sigo viva después de todo.

martes, 18 de diciembre de 2012

Una historia paralela

Despeinada.
Así se ve cuando se mira al espejo. Sonríe. Ha sido una buena noche: agradable, divertida, salvaje, tierna.
Le da un beso en la mejilla y tras ponerse su camisa sale al balcón. Ya es una costumbre eso del cigarrillo de después. Antes prefería el chocolate, pero desde hacía tiempo le parecía irónico que fuese tan dulce. Además, esa era la única forma de que sus pulmones gritasen todo aquello que no podían hablar normalmente.
¡Mierda! Las putas estrellas ya están acechandola otra vez y ella no puede por menos que buscar la suya con la mirada."¿Qué estás haciendo, Julliet? Pensaba que ya ni siquiera te acordabas de él, pero ya veo que todo esto es tan sólo un engaño que ni tú misma eres capaz de creerte."
Acaba el cigarro más deprisa de lo que acostumbra y silenciosa como un gato entra en la habitación y se viste.
Pobre chico, habría merecido una despedida mejor. Quizá esperar a que el amanecer les despertase a los dos, habría hecho que empezasen a conocerse, a quererse. Pero Julliet tenía prisa esa noche, necesitaba ir a enredarse con los labios de cualquiera que trasnochase en un bar, que se encontrase a media altura entre la locura y el infierno. Justo donde estaba ella.
Aún así no puede por menos que sonreir mientras ve dormir a aquel extraño con el que ha compartido unas horas. Si fuese otra cara y otro cuerpo, no dudaría un instante en quedarse allí. Pero no lo es. Nunca volverá a serlo.
Asique muy despacio, sale a hurtadillas de aquella casa desconocida buscando  olvidar su propia historia.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Luciérnaga

Corría a través de los bosques a lomos de los lobos.
Por las noches acunaba con su voz las estrellas y les contaba historias a los niños que no podían dormir.  Dibujaba sueños hermosos para todos aquellos que sufriesen pesadillas, y solo entonces descansaba.
Era un hada alada, una luciérnaga que expandía su luz incluso en las noches más cerradas.  Con su mirada atrevesaba corazas y lograba ver el alma de las personas. Era un espíritu libre, sin más bandera que los acordes prohibidos que podía tocar con sus manos y tan solo con las fronteras a las que sus alas no le permitiesen llegar.
Y entonces llegó él.
Tan sereno, tan terrestre. Tan frío y protector a la vez. Con unos ideales que parecían tatuados en su alma. Le faltó tiempo para romper su coraza y adentrarse en el mundo de aquel ser, que aunque aún no lo sabía, pertenecía a la más absoluta oscuridad.
Sin darse cuenta empezó a dejar de correr por los bosques, a dejar de volar por quedarse a su lado. Por las noches protegía sus pesadillas e intentaba dibujarle sueños que le tranquilizasen, que calmasen su nerviosismo, sus exigencias. Se dedicó a luchar batallas suyas, a las que él ni siquiera acudía.
Y dejó de lado todo lo demás. Olvidándose de todos, incluso de ella misma. Su luz apenas parpadeaba ya, y su infelicidad se hacía más palpable cada día que pasaba. Echaba de menos la libertad que él había tomado como suya sin ni siquiera preguntar. Echaba de menos las noches en las que iluminaba la peor de las pesadillas, en las que volaba con el viento rozándole la cara. No quería seguir siendo de nadie, que no fuese ella misma.
Por fin, después de mucho tiempo, le dejó. Sin apenas mirar atrás. Recuperándose en cada aleteo, en cada metro que le separaba de su pasado.
Ella era un hada alada, que había perdido su luz por él.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Sueños

Permanecemos esclavos de nuestros sueños.
Nos perseguimos mutuamente hasta encontrarnos en las noches más inesperadas, despertándonos después con una fina manta de escarcha en nuestro edredón. Intentando en vano agarrarnos desesperadamente a las últimas imágenes que nos vienen a la mente con el deseo desgarrador de poder quedarnos allí unos minutos más.
Hay que ser valiente para soñar, pero más aún para despertar.
Para saber guardar los sueños en una caja y renunciar a ellos, solo abriendola de vez en cuando para contemplarlos.
Me gustaría creer que sientes el momento exacto en el que te pienso. Que me sueñas a la vez que yo a tí. Sería la única forma de tenernos como siempre quisimos, no siendo más que un reflejo de nuestros propios miedos e ideales.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

"Hoy no estoy pa' nadie..."

A días temo que si sigo así me volveré del color del vacio. Frío e incoloro. El punto suspensivo que pasa inadvertido en medio de los otros dos, axfisiandose poco a poco. Un otoño que parece adueñarse de mis ojos, haciendome olvidar el calendario. Un espejismo sin nombre, ni rostro.
Y es que a veces pienso que debería pedirme a mí misma un permiso para vivir entre paréntesis. Porque ningún corazón fue tan grande de no mantenerlo una herida inflamado.
No quiero llegar al punto de tener que fingir ser otra para lograr ser yo misma. Ni de comprender mejor un reflejo que la realidad.
Y es que... hay segundos desgarradores, y desgarros que duran una eternidad.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La locura del mundo

Me he dado cuenta de la necesidad que tiene de seguir doliendome, si quiero continuar sintiendo algo de humanidad.
Y es que el mundo se está desangrando poco a poco, perdiendo los últimos resquicios de esencia que le quedan y llevándonos a todos en su lenta caída hacia la desesperación. Y ese es un tren al que nunca me he querido subir aunque más de una vez haya estado tentada a hacerlo.
La humanidad llora por la périda de valores que estamos sufriendo. Desgastando y mordiendo la palabra libertad por la que tantos otros lucharon, proclamando su nombre en vano. Creyendonos libres aún al estar esclavizados por nuestros sueños.
Ahora,  las agujas del reloj parecen correr para esconderse de algo, avanzando implacablemente hacia ningún lugar.  Y nadie parece darse cuenta de lo rápido que va todo, de los cambios inexplicables que ocurren en una mañana de un lunes cualquiera. De no querer sentirnos tan solos pese a descuidar todo lo que nos rodea.
Porque a veces pienso que la música ya no es música sino ruido, y que la literatura ha dejado de escribir sus mejores pensamientos porque ya nadie parece escucharla, porque quedan muy pocos insensatos capaces de crear un mundo mejor con sus palabras.
Estamos perdiendo todo aquello que nos hace diferentes. Los depósitos de magia están tan vacios que ya nadie se atreve a dejarse llevar por ella. El viento está tan confundido que nos mueve a su antojo sin dejarnos entrever la dirección clara que debemos tomar.
El mundo tan loco. Y nosotros incapaces de verlo. Incapaces de sentir que nos estamos perdiendo a nosotros mismos. Incapaces de sentir nada.

Quedamos muy pocos valientes dispuestos a sentir. A sufrir. A conservar, aunque sea minimamente, un poco de humanidad.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Carta a un desconocido

Enamórate de mí. De mis inseguridades, mis miedos, mis enredos de dudas. Enamórate de mi constante necesidad de atención, de mi necesidad de sentirme especial. Enamórate de mis desacuerdos con el pasado, de mis enfados con la vida y con el mundo. Enamórate de mis esperanzas, de mi sueños, de mis metas. Enamórate de mi cabezoneria, de mi orgullo y de cada enfado que tengamos que me haga quererte más. Enamórate de mis días insoportables, de mis historias y de mi incapacidad para darles ningún final que merezca la pena. Enamórate de mis cambios de humor sin razón aparente, porque con el tiempo aprenderás a encontrar las causas en lo más pequeño y sin sentido del mundo. Enamórate de mis locuras pero también de mis silencios, de mis momentos de timidez. Enamórate de mi sonrisa, de mis mejillas sonrojadas cuando hablas de mí, de mis mordiscos a la altura de tus labios. Enamórate de la niñez que todavía no se ha ido de mi y aparece de vez en cuando, de mi adolescencia tímida y a la vez rebelde y de la anciana que se ha apoderado antes de tiempo de mí dándome otra visión del mundo. Enamórate de mis viajes y del mundo a través de mis ojos. Enamórate de mi y de mis exigencias porque pasado un tiempo observarás que no exijo a nadie más que a mi misma. Enamórate del brillo de mi mirada cuando soy feliz y aprende a nadar para cuando no pueda parar de llorar. Enamórate de los secretos que aún no sea capaz de contarte y guarda aquellos que te empiezo a confesar. Enamórate de mí.

Te escribo esto ahora, al comienzo, porque no quiero que sea el principio de un fin de otra historia olvidada.
Si te vas a enamorar de mí, enamórate en mayúsculas.

jueves, 6 de diciembre de 2012

"El desamor del que amas te hace libre"

Quizá esta es la única historia dónde sé cual fue el principio del fin. El día exacto que empezaste a dejarme de querer. El momento en el que empecé a ser un sol abrasador que tiritaba de frío a tu lado. Dos opuestos que antes se atraían y ahora solo sabían dolerse. Porque nunca debí cometer el error de dejarte llevar la cuenta de los amaneceres que nos quedarían juntos.
Ni siquiera en el fin me quisiste. Ni si quiera por miedo a perderme.
Podría hablar de lo que escocían esos meses. Con todos mis días grises y tus días impertinentes. Con cada una de las lágrimas que caían a cada promesa que se iba rompiendo. Intentando encontrar un manual para comprender cada uno de tus silencios. 
Nos creímos diferentes. Y entonces llegó el frío en pleno verano y todo acabó.
Ahora sé que solo fuimos otra maldita historia de amor abandonado.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Cicatrices


"No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana 
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra 
de que nunca olvidemos las heridas."

(Piedad Bonnett)


Y es que ahora tengo nudos en la garganta disponibles en todos los colores. Porque hace mucho que aprendí que las agujas del reloj giran y giran, y jamás se cansan.
En el fondo sé que tropecé con sus huellas por pura casualidad. Una de esas casualidades en las que tanto me gusta pensar. 
Y sentí que la vida era eso que pasaba mientras miraba su sonrisa.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Amistades peligrosas

Se apretó contra aquella nueva amiga, protectora de todo, que la acunaba hasta adormecerla. Notaba sus caricias tranquilizadoras y como su esencia la iba envolviendo poco a poco, metiendose en cada recuerdo y apropiandose de él. Pensó que nadie la entendería nunca mejor que ella, que tenía un tacto y una visión especiales para situaciones como las que ella estaba viviendo y que por eso la necesitaba tanto. Era como una manta suave que la tranquilizaba y hacía que a través de ella no pasase más luz que la de luna, para que nada pudiese hacerla daño. Pero era egoísta y posesiva, las leyendas más antiguas contaban que una vez que lograba tener a alguien cautivo era imposible que le soltase. Caprichosa y juguetona a veces la dejaba sola cuando más la necesitaba y otras veces aparecía sin avisarla. A veces temia perderse dentro de ella si la dejaba dar un paso más y otras veces no había lugar donde más en paz se sentía. Ella prefería no pensar ni sentir, y su amiga lo hacía todo por ella. Neblando los recuerdos más temibles y escondiendo los miedos que la aterraban con solo mirarlos. Haciendo que todo quedase en un stand by indefinidohasta que ella quisiera seguir con la película que había resultado ser su vida.
No sabía nada de ella, pero no le importaba. Tan solo una vez, mirándola a los ojos fijamente pudo entrever su nombre: Oscuridad.