lunes, 1 de julio de 2013

Sin sentido

Era el rincón más tranquilo de mundo, su pequeño descanso de paz, donde huía siempre que algo le atormentaba.
Caminó despacio hasta sentarse en el borde del acantilado desde donde podía ver una gran extensión de colores azules y verdes en todo su alrededor. Las olas chocaban contra el acantilado logrando que algunas gotas salpicasen su cara. Desde allí todo se veía con más claridad, pensó.
Le gustaba ese lugar porque nadie en su sano juicio se atrevería a ir hasta allí, claro que ella hacía mucho que había perdido cualquier resquicio de cordura. Parecía aferrarse al peligro más que a la vida.
Se levantó como pudo y aspiró una bocanada de aire que la hizo sonreir. Decidió que era hora de marcharse si no quería tener problemas y empezó a desandar el camino, pero en el último paso algo le hizo cambiar de opinión: quería ser libre.
El salto al vacio fue la sensación más agradable de su vida.
Cuando despertó, el interior del psiquiátrico la opromía de nuevo desde todos los ángulos de su visión. El olor de la habitación la revolvió el estómago. Notaba todas las miradas fijas en ella. Todas riéndose. Todas burlándose.
Lo que ninguno sabía es que ella había conseguido su propósito. Ser sirena por un día.