lunes, 27 de abril de 2015

La simetría de la ausencia


Me soltaste la mano,
y nos perdimos,
por separado,
y nunca pudimos volver a encontrarnos.
Y mira que te busqué
y rebusqué
en el camino de tu corazón al mío
lleno de recuerdos
que nunca más volveríamos a vivir.
Y es que nos habíamos engañado
creyendo que a nosotros 
no nos atraparía
la fugacidad del amor,
y la eternidad del olvido.
Y vaya si nos alcanzó, 
inmovilizándonos y embaucándonos,
en la espiral del "ni contigo, ni sin ti"
negándonos la única oportunidad
de sobrevivir.
Tú te ahogaste en tus propios temores,
y yo me asfixiaba en mi silencio,
sin querer dejarnos,
pero dejándonos de querer,
intercalando valor y miedo.
Incendiábamos la cama
mientras nos quemábamos de pena,
pensando que sería la única forma
de congelar ese otoño
que nos estaba estrangulando.
Y ahí estaba yo,
caminando sobre la fina línea
entre quererte y dolerme.
Y me caía,
pero no.
Encontrando el equilibrio
en las formas más absurdas
del dolor.
Esos éramos tú y yo,
una casualidad
que nunca se debió detonar
después de tiempo.
El "si, pero no.."
y todas aquellas veces
que nos dejamos embriagar
por aspiraciones
de un futuro incierto.
"Y si te vas, quédate",
o eso te dije cuando te fuiste,
porque de todas
la tuya fue la huida más cobarde.
Huir para volar
volar para escapar,
y yo, 
tan enredada en tus sonrisas
que no podía despegar.
Irónico infortunio,
el destino
le hizo un placaje a mi corazón
dejándolo paralítico emocional.
Menos mal que tengo un poco de salvaje
y aún con las alas rotas
pude hacernos estallar.
Nos quedamos en ruinas,
con miedo a marcharnos
y pánico a quedarnos
sobrevolando un lugar 
en el que no quedaba nada.
Nos alejamos,
y cómo dolía ver los escombros 
de lo que habíamos sido.
Pero ahora, 
que ya somos extraños,
puedo decirte
que tu ausencia es bella y simétrica
de la forma en la que nunca pudo serlo
tu presencia.

martes, 21 de abril de 2015

Catástrofe astrífera



Siempre he tenido un poco de melodía desafinada,
esa nota malsonante en medio de una sinfonía,
el descompás de todos los compases,
el silencio que decidió sonar a destiempo,
la nota que enmudeció ocultándose.
Podría describirme de muchas maneras,
todos los finales inacabados de las historias que nunca escribí,
los pasos en falso que me hicieron creer que llegaría a algún lugar,
o las revoluciones que sigo luchando en el pasado.
Debería hablar también del complejo de sol de mis ojos,
que te iluminan
con la misma facilidad con la que podrían quemarte.
Y es que si te cuelas entre mis pestañas y mis sueños
seguiré tus huellas,
cubriré tus huecos.
Y cuando te vayas,
seguiré persiguiéndote,
por culpa de mi obsesión
de no abandonar a nadie.
Porque es cierto que he dejado atrás muchos más sueños
de los que ahora tengo,
que los miedos se me agolpan a la altura de la garganta
y que por las noches los fantasmas se cuelan entre mis sábanas.
Valiente y cobarde a partes iguales,
vivo en una montaña rusa,
extremos que nunca se cruzan,
polos opuestos que se reclaman.
Soy la tormenta a la que nunca precede la calma,
la pacifista que siempre está en guerra,
en misión suicida
consigo misma.
Y luego está la maldita manía
que tiene mi corazón
de desangrarse
aún cuando ya no tiene heridas.
Siempre tiendo a envolverme con balas desorientadas,
con causas perdidas,
con revolucionarios que pretenden cambiar el mundo
caminando hacia un callejón sin salida.
Llena de despedidas que me guían,
de caminos paralelos que se cruzan
solo para volver a separarse,
una brújula perdida
que a veces, lucha por encontrarse.
Quizá sino funciono bien,
es porque estoy tan rota
que ya no hay forma de arreglarme.

miércoles, 15 de abril de 2015

El único modo imperativo del querer

Quiero que tus sonrisas
sean el faro que me guían
para no naufragar,
y tu mirada
la única luz que necesite ver
cuando me despierte de madrugada.
Quiero ser autopista y océano,
y tus dedos la brújula
que marcan la ruta prohibida
que vamos a atravesar.
Quiero que marcharte y dejarte
se conviertan en dos verbos
que nos resultan irregulares,
de esos que no entendemos
ni sabemos conjugar.
Quiero que hagas revoluciones
en mi alma,
y que la única bandera que defiendas
sea la del país
que va de tu cuerpo al mío.
Quiero que el himno que siguen tus pies
sea mi melodía desafinada,
y que si tenemos que ir a la guerra
solo sea por elegir lado en la cama.
Quiero que sepas leerme 
aún cuando no haya palabras, 
que sepas describirme
en verso, prosa y miradas.
Quiero que recorras el mapa de mi cuerpo
como si fuese tu viaje soñado,
el destino al que no supiste que querías llegar
hasta que nos encontramos.
Quiero ser tu fugacidad,
y tu eternidad,
lo que nunca supiste que encontrarías,
lo que ahora no puedes dejar marchar.

sábado, 11 de abril de 2015

La palabra amor termina en nos

Mordernos las ganas,
y robarle tiempo al reloj
para hacerlo retroceder
a cámara lenta
hasta que nuestros labios
vuelvan a tocarse.
Escocernos
y por qué no
dolernos
pero solo a veces.
Pelearnos
únicamente por respirar el aire
de la boca del otro.
Consumirnos mano a mano
para después resurgir de nuestras cenizas
con más fuego que nunca.
Borrarnos la memoria
para seguir sintiendo los recuerdos
en la piel.
Luchar batallas en la cama
mientras alzamos bandera blanca
en asuntos de corazones.
Andar descalzos
para colarnos en nuestros sueños
sin pisarnos.
Bailarnos, reírnos, llorarnos,
perdernos para volver a encontrarnos,
y escogernos el uno al otro todos los días,
una y otra vez.
Porque al final lo único que importa
es que tú y yo nos convirtamos
en la primera persona del plural
de todo verbo conjugado.

jueves, 9 de abril de 2015

De mi futuro yo a tu futuro tú

Si me dejases
podría quererte para siempre,
quererte y creerte
como dos verbos separados
que acaban fusionándose en uno solo.
Si me dejases
podría quererte hasta morir
y morir queriéndote,
porque un amor no tiene porque matar
para ser eterno
ni morir
si guardásemos el corazón entre las manos.
Si me dejases
podría dibujarte atardeceres con la mirada
y acostumbrarte tanto a mi piel
que solo con su roce curases tus heridas infectadas.
Si me dejases
podría hacernos sobrevivir a base de susurros
que se tornan gritos cuanto estamos en tu cama
o en la mía,
porque el lugar deja de ser importante
cuando solo importan las ganas.
Si me dejases
podría hacer que nos perdiésemos
solo por el deseo de encontrarnos,
sería capaz de hacernos volar
hasta con las ventanas cerradas.
Si me dejases
sería tu droga, tu adrenalina,
tu deseo de comerte el mundo
mientras hacemos de nuestros sueños
el mejor lugar para vivir juntos.
Si me dejases
si te dejase
puede que entonces sucediéramos,
al mezclar nuestros corazones
y formar el inevitable trío del
tú, yo, y tú y yo.

miércoles, 8 de abril de 2015

Mi Hotel, Mon Coeur

He sido, soy y siempre seré la propietaria de un hotel.
Un hotel que en su día fue una bonita mansión en medio de un bullicioso y soleado pueblo, un hotel que regalaba las vistas más hermosas que se podían ofrecer. Siempre estaba lleno; había meses y meses de lista de espera para poder pasar una noche en él. Y lo bueno de eso es que los clientes se convertían en habituales, aquel que venía siempre deseaba volver. 
Era pequeño, pero acogedor. Y como todos lo cuidaban, apenas necesitaba mantenimiento. "Mon coeur" era, y aún sigue siendo, el nombre del hotel.
Un día, sin previo aviso, todo cambió. Los habitantes del pueblo decidieron que la ciudad era un mejor lugar para vivir. De repente mi hotel, y yo junto a él, nos quedamos solos en medio de la nada. Poco a poco la maleza se fue extendiendo hasta el punto en que hoy en día apenas se puede ver ya la fachada. 
Poco a poco los huéspedes se fueron yendo, y ahora el libro de visitas lleva en blanco tanto tiempo que hasta tiene telarañas. Solo los más fieles y leales, aquellos que después de todas sus visitas se hicieron amigos, se quedaron conmigo. No, no viven en el hotel, es demasiado peligroso, pero han construido sus casas cerca de él y vienen a menudo, siempre dispuestos a echar una mano de pintura o a arreglar una bombilla.
Por fuera el hotel ha perdido casi todo su encanto. Hace mucho que no pongo carteles bonitos que lo anuncien, y el camino hasta llegar a él se ha vuelto pedregoso y empinado. Más de uno que ha intentado llegar ha acabado con las ruedas pinchadas y se ha quedado perdido en medio de un camino que no lleva a ninguna parte.
Pero aunque carezca del esplendor que tuvo en otro tiempo no está tan mal como parece. Los cimientos y las vigas siguen en su sitio, manteniéndolo en pie. Es cierto que de vez en cuando se desprende una teja, amenazando a todo el que se acerca demasiado, como deshaciéndose de aquello que le sobra, que empieza a pesarle demasiado.
Una vez dentro, se puede comprobar que el sitio parece demasiado frío para poder vivir en él, demasiado oscuro para adentrarse aunque sea de día. No pasa nada, yo hace tiempo dejé de asustarme, es que la instalación eléctrica a veces se funde y estoy varios días sin luz hasta que consigo arreglarla entera. Y la calefacción... bueno, entendedme, mantener cálido un lugar así sin nadie es demasiado caro, un precio imposible de pagar, al menos para mí. 
Por eso solo tengo una estufa en mi habitación, para mantenerla habitable. Creo que es de los lugares que mejor se conservan, será porque aún hay vida allí. Las vistas no están del todo mal, y aunque a veces aparecen los fantasmas para morderme los pies por las noches, la vida no es tan dura si me escondo debajo del edredón.
¡Los fantasmas! Casi me había olvidado de ellos. Y es que resulta que aparte de todo lo demás mi hotel es algo así como una casa embrujada. Llena de fantasmas que moran allí y que te asustan cuando menos te lo esperas. No es que te vayan a hacer nada, al fin y al cabo están hechos de humo, y no te pueden tocar, pero si vas hasta su habitación dan bastante miedo. Les tengo bajo llave, pero a veces se dan cuenta de que nada puede encerrarlos, de que son etéreos. Y se divierten jugando al escondite o tirándote de la cama por las noches mientras estás soñando. No les culpo, nadie más puede verlos. Su existencia debe ser terriblemente aburrida.
Lo de los baños ya es otra historia... Las cañerías están demasiado oxidadas, y el agua no filtra bien. No pasa nada, hay que darles tiempo, abrir y cerrar los grifos un par de veces para que se desatasquen. Y si no es así, darles un poco de tiempo. Porque sino se tupirán e inundarán el piso de abajo.
Y es en el piso de abajo donde están la cocina y el comedor. En la cocina hay numerosos problemas. La comida se congela, las bombonas se quedan sin gas. Incluso estos últimos años hemos tenido varios sustos porque los fogones se han prendido fuego. Pequeños incendios sin importancia, pero  que dejaron varias partes del hotel ennegrecidas. 
El comedor está bastante decente, si bien es cierto que hay un par de sillas rotas y las patas de las mesas cojean. Hay que ir bien abrigado, pues hace mucho frío. Y los sofás parecen tener vida propia, son cómodos o inaguantables dependiendo de si les caes bien o mal. Ya sabes, quién va a culpar a un viejo sofá...
Y por fin pasamos a mi parte favorita: la biblioteca. Es el sitio que mejor cuidado tengo. Hay miles de libros, en mil idiomas, de mil lugares. Libros de todos los géneros. Y después, al fondo, todos mis textos. Las palabras que tengo guardadas y que nunca escribiré, las que un día escribí y rompí y aquellas que aún no he escrito. Todas están allí, esperando, aguardando.
Y al lado, en una puerta secreta está la habitación prohibida. En la que guardo mis mayores secretos y miedos. Esa habitación está prohibida para todo huésped excepto para mí. Nadie que se haya atrevido a entrar ha salido de allí. Quién sabe si se han quedado para siempre o si simplemente se fueron para no volver...
Quedan tantas habitaciones y lugares por explorar que nunca terminaría. Y es que, aunque pequeño, viejo, destrozado y frío, "Mon Coeur" sigue siendo mi hotel. El que cuidaré y habitaré hasta el fin de mis días.
Te invitaría a venir, pero no sé si estás dispuesto a correr el riesgo.
Te pediría que te quedases, pero solo para no irte jamás. 
Te propondría un trato: Haz de "Mon coeur" tu hogar, y yo haré de tu hogar mi corazón. 

martes, 7 de abril de 2015

La probabilidad del destino incambiable

Quizá en otro mundo. O en otra vida.
Porque aunque no dejo de pensarte todos los días, no cambia nada.
Quizá otro lugar. Quizá otro tiempo. 
Que nos hubiese permitido conocernos como deberíamos haberlo hecho, que nos hubiese dado la oportunidad que al menos tú merecías.
Quizá otra causalidad. Quizá otra persona.
Y hubiésemos sido felices. A nuestra manera, a la tuya. Todos los días que me lo hubieses permitido.
Quizá otro yo. 
Sin miedos, con las cosas claras. Con más perspectiva de futuro y más valentía.
Quizá... Quizá no hagan falta tantos quizá para saber que nada hubiera cambiado, que el pasado no puede retornar, y que tú y yo nunca podremos estar juntos. Por mucho que duela.
En realidad eres el único "nosotros" que me gustaría escuchar últimamente. Y el único que nunca tendré.
Porque tengo la horrible sensación de que nadie podrá jamás llenar el vacío que tú me dejaste. Porque pretenderé encontrarte a ti a través de ellos. 
Porque siempre serás el dolor más bonito que jamás sentiré. Tan dolorosamente bello, que muchas veces preferiría quedarme contigo a ser feliz con alguien. 
Porque la única verdad que parece acompañarme a todas horas es la de que nunca podré olvidarte. 
Porque si los quizá se hubieran convertido en realidad, hubiese podido quererte como a nadie.
Ahora ya nunca lo sabremos.
Ahora solo eres un quizá que ya nunca sucederá.

domingo, 5 de abril de 2015

El desaprendizaje de los corazones

Al final siempre acabo suspendiendo la misma asignatura.
Da igual lo mucho que la repita, el tiempo que pase practicando o incluso reflexionando sobre ello.
Porque al final, nunca la supero. 
Creo que en realidad mi corazón está tan acostumbrado a andar sobre campos minados que explotan en cualquier momento, que ya no sabe distinguir un latido de una explosión.
Porque nunca supo apartarse a tiempo.
Ya no tiene término medio. Puede ir descalzo por los caminos más pedregosos o con botas de hierro destrozando un campo lleno de flores.
Porque a veces no quiere abrir los ojos y solo consigue tropezarse una y otra vez.
Y es que hay veces que se encuentra a tanta distancia de los demás, que aunque lo intente no puede comunicarse. 
Será que aún no somos expertos en la lengua de corazones. Será que es un idioma que muy pocos pueden hablar.
Y es que el mío está tan lleno de cicatrices que le resulta difícil querer sin que alguna se abra. 
Hace tiempo que late más despacio, más suave. Como si no quisiera que nadie se de cuenta de que está ahí. Como si cada palpitación le devolviese a la vida de nuevo.
Pero esa no es su función. Por eso sé que volveré a suspender.
Porque aún no ha aprendido el punto exacto en el que se debe colocar a la altura de otro corazón. Tampoco sabe dejar de crecer hasta robar la razón. O no empequeñecerse hasta casi desaparecer cuando le hacen daño. 
Aún no sabe nada. 
Porque al final, pase el tiempo que pase y tengamos los años que tengamos, nuestros corazones seguirán siendo como niños.
Inocentes, puros y vulnerables.
La forma más rápida de darnos o quitarnos la vida.
La única sobre la que nosotros no tenemos ningún control.

jueves, 2 de abril de 2015

Golpes silenciosos

Nos estamos perdiendo.
Cerca del olvido, en el camino de la desesperación.
Solo nos acompaña la decepción. Quedan muy pocos, y los que quedan parecen a punto de marcharse. Casi puedes ver como adelantan uno de sus pies para salir a escondidas por la puerta de atrás. 
Se han ido muchos más de los que han venido. Y nos sobran dedos para contar los que volvieron. 
Es la misma triste historia de siempre: Nos estamos perdiendo.
Porque con cada persona que se va perdemos una parte de nosotros mismos. Porque hace tiempo que dejamos de luchar por recuperar a alguien. Porque sabemos que cuando alguien decide irse y no vuelve, es porque en realidad nunca quiso quedarse. 
Hemos dejado de jugar a los "quédateparasiempre" y ya no se nos escapan de las manos los "intentemosarreglarlo". El proceso es simple: empezamos a desconocernos hasta quedar reducidos al ayer. Y un día, el ayer deja de ser suficiente y no existe un mañana para nosotros. Juntos.
Nos estamos perdiendo. Y no depende de nosotros seguir haciéndolo.
Pero tampoco tenemos más fuerza para intentar retener a alguien a nuestro lado.
Se van. Sin la promesa de un mañana. Con los restos del sabor amargo del ayer.
Llevándose consigo partes que una vez nos pertenecieron.
Pero que ya nunca más lo harán.